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La Batalla de Ciénaga y la Independencia definitiva de nuestro país

Según historiadores, lo del 20 de julio “apenas fue la firma de un acta de compromiso”.

Por Dolcey Romero Jaramillo*

Entre los mitos que la historia tradicional ha creado sobre el calendario cívico de la República, sobresale el de las fechas de la independencia, y con ellas el de las batallas que permitieron finalmente el acceso a la libertad.  

En este sentido, debido a la centralización de la memoria nacional, la historia tradicional ha visibilizado solo a los acontecimientos y procesos de nuestra emancipación que tuvieron ocurrencia en el interior de nuestro país, y por el contrario, ha ocultado y minimizado los que se suscitaron en el actual Caribe colombiano.

En este orden de ideas, para nadie es desconocida la aseveración temeraria de seguir considerando el 20 de julio como el día de nuestra Independencia. 

En esta fecha solo se hizo un compromiso a través de un acta. Por ello algunos áulicos informados de este acontecimiento solo se atreven a tipificarlo como el “grito de Independencia”. 

La primera Independencia real que hubo en nuestro país tuvo como escenario no a Bogotá sino a Cartagena, un 11 de noviembre de 1811. En efecto, a partir de esta fecha hubo una ruptura total con las autoridades españolas, a tal punto que no solamente las reemplazaron por una dirigencia criolla y cartagenera, sino que crearon nuevos símbolos identitarios, y lo más importante, crearon una Constitución en 1812, con la cual la fuente de poder no radicaba en el Rey sino en la Constitución. 

Entre el conjunto de líderes de esta primera independencia sobresale el afrodescendiente Pedro Romero, quien, aprovechando su enorme inserción en los sectores populares residentes en Getsemaní, presionó a la timorata elite cartagenera para que finalmente declara la Independencia.

Frente a la inexorable reacción del imperio para castigarle la osadía de haber sido los únicos en independizarse, como en efecto sucedió con la reconquista, los cartageneros tempranamente intentaron por todos los medios posibles de generar apoyos a la defensa de su independencia y de su proyecto republicano. 

Dolcey Romero Jaramillo, profesor universitario.

Entre los tantos apoyos solicitados para defender su independencia está el que le hicieron a su vecina Santa Marta. 

Las contradicciones y enfrentamientos entre estas dos provincias existentes con antelación al proceso de independencia, se agudizaron con la irrupción de este, en especial por la negativa de Santa Marta de apoyar la propuesta republicana e insurgente de los cartageneros. Santa Marta junto con Riohacha y a diferencia de Cartagena y Valledupar, se caracterizó por su defensa a ultranza del realismo. A tales extremos llegó su fidelismo al imperio, que Fernando VII, en reconocimiento a la defensa incondicional a España le otorgó el título de “Ciudad Heroica”.  Ante la sistemática negativa de los samarios de abrazar y defender el proyecto republicano de sus vecinos, a estos, después de agotar la vía de la “persuasión”, acudieron a la presión armada, que desembocó en una guerra cívica entre samarios y cartageneros.

En el Caribe colombiano durante la primera república, personas de diferentes orígenes y condiciones sociales asumieron fervorosamente la causa realista y por ende, se colocaron en la orilla contraria de los patriotas cartageneros, a quienes enfrentaron militarmente. Fueron estos sectores y personajes los que propiciaron la derrota de estos en su pretensión de doblegar la voluntad de los samarios para conseguir su apoyo

En 1812, el General francés Pedro Labatut liderando al ejército cartagenero, en su intento de tomarse y someter a Santa Marta, fue derrotado y expulsado de esta ciudad por indígenas de Bonda, Mamatoco, Gaira y Masinga. 

Igual suerte corrió el francés Chatillón en Ciénaga en 1813. Con base en tales pruebas de heroísmo y fidelidad, los indígenas solicitaron al rey “el disfrute de las tierras comprendidas desde Ciénaga hasta las márgenes de Río Frío, como también la pesca exclusiva de la Ciénaga Grande”, entre otras peticiones.

En marzo de 1813, tres meses después que el general Labatut al mando de los patriotas cartageneros se había tomado transitoriamente a Santa Marta, tuvo que abandonarla por la presión social de los samarios, especialmente de los indígenas. Las causas de la reacción contra Labatut estaban ligadas a la actitud despótica y vandálica asumida por este militar. Ante la pérdida del control de Santa Marta, los cartageneros encabezados por el propio presidente Rodríguez Torices, intentaron de nuevo, pero sin ningún éxito, la retoma de Santa Marta. Al mando de esta nueva aventura estuvo el también francés Louis Chatillón.

Desde finales del siglo XVII, Ciénaga se había convertido en despensa agrícola de la provincia samaria, por ello no es casual que en su interland estuvieran situadas dos de las haciendas más grande, no solo por su productividad sino también por el número de personas esclavizadas empleadas: Santa Cruz de Papares en la de desembocadura del río Papare con 82 esclavizados y Santa Cruz de Garabulla con 60. 

Durante mucho tiempo esta abultada población afro esclavizada junto con la afrodescendiente libre e indígena ejercieron ciertos niveles de presión y resistencias a cambio de ciertas prebendas. Actitud que la postre fue canalizada y puesta al servicio de la causa realista al frente de la cual estuvieron los comandantes afros Narciso Vicente Crespo y Tomás Pacheco. 

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Fue en este espacio geográfico de Ciénaga donde tuvo ocurrencia la famosa batalla de Papare y el escenario fundamental de la más alta resistencia a las pretensiones cartageneras por someter a los samarios   

En la Batalla de Papare como popularmente la ha registrado la historia, los cartageneros sufrieron la más estruendosa y deshonrosa derrota durante la primera República. 

En efecto, cuando intentaron desembarcar en Papare, cerca de Ciénaga, los primeros 60 hombres que saltaron a tierra fueron abatidos por las tropas samarias. Más tarde, en el segundo desembarco hallaron la muerte más de 300 insurgentes, entre quienes se encontraba el propio Chatillón. Al mando de los samarios que derrotaron a los insurrectos cartageneros en Papare estuvieron los comandantes afrodescendientes Narciso Vicente Crespo y Tomás Barros.

Luego de la victoria de Papare el realismo samario se fortaleció de tal manera que Santa Marta se erigió como el cuartel general y el epicentro más importante del realismo en la Nueva Granada. Desde allí durante dos meses se organizó y planificó la reconquista de la Nueva Granada que se inició con el sitio de Cartagena por parte de Pablo Morillo. Tal fue el nivel de fortalecimiento del realismo samario, que solo con su derrota fue cuando se pudo sellar y acceder definitivamente a la libertad y a la independencia de nuestro país, el 24 de junio de 1821.

En efecto, con la Batalla de Boyacá solo quedó libre la meseta cundiboyacense, ya que el actual Caribe colombiano seguía en manos de los españoles y de los adeptos a España como era el caso de los samarios. 

Es preciso aclarar que fueron los indígenas y afrodescendientes, avecinados y residentes en Ciénaga, Mamatoco, Bonda y Gaira los que defendieron e impidieron la toma de Santa Marta por parte de los cartageneros. 

Por ello frente a las nuevas circunstancias impuestas por la Batalla de Boyacá, y ante la necesidad inaplazable de derrotar a los realistas atrincherados en Cartagena y Santa Marta para finiquitar la independencia, el ejército patriota comenzó a organizar la toma de Ciénaga, lugar en donde estaban concentradas las fuerzas realistas compuestas especialmente por indígenas y afrodescendientes. 

Si caía Ciénaga caía Santa Marta. Claro está que la toma de Ciénaga estaba mediada por la derrota y toma de Riohacha como también de un conjunto de pueblos realistas, o con reductos realistas tales como Moreno, Fonseca, San Juan, Fundación, el Codo y Río Frío. 

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Para Bolívar las prioridades después del triunfo de Boyacá eran: asegurar el control del río Magdalena, la toma de Santa Marta y su provincia, bloquear a Cartagena y la campaña contra Maracaibo.

Para la materialización de tales propósitos se requería de un cuerpo elite que estuvo formado por hombres curtidos en la guerra de independencia, por ello en la Batalla o caída Ciénaga en manos de los patriotas participaron comandantes y coroneles como José Prudencio Padilla, cuya función era sitiar a Santa Marta tomándose la Ciénaga Grande, Jacinto Lara y José María Carreño atacarían por el lado occidental por los lados de Guímaro, Francisco Carmona que venía de triunfar en Ocaña lo haría por el sur, por Tamalameque y Chiriguaná, José María Córdoba y Hermógenes Maza que venían de Magangué y Mompox lo harían por el río Magdalena, y el almirante Luis Brion bloquearía la Bahía de Santa Marta.  

De acuerdo a lo acordado Carreño y Carmona atacarían a Ciénaga por tierra, mientras que Padilla y Brión controlarían las aguas del litoral entre Ciénaga y Santa Marta. Atacarían el 10 de Noviembre a Ciénaga como preámbulo hacia la toma de Santa Marta cuya bahía sería bloqueada por el almirante Brión. De Ciénaga las tropas patriotas salieron victoriosas en la fecha señalada anteriormente. 

De acuerdo con varios historiadores esta fue la batalla más sangrienta de la independencia, después de la de Ayacucho. Algunos consideran que en Ciénaga hubo 140 víctimas del lado republicano y 521 del lado realista, la mayoría indígenas. Un día después, es decir el 11 de noviembre, la elite samaria se entregó sin luchar y con ello la toma de la ciudad por parte de los patriotas. 

No obstante, las guerrillas indígenas lideradas por el cacique Jacinto Bustamante, y las afrodescendientes lideradas por Pablo Pinto estuvieron intentando sacar a los patriotas apostados en Ciénaga y Santa Marta hasta 1822.

Como se podrá deducir, la Batalla de Ciénaga reviste una importancia capital que ha sido sistemáticamente invisibilizada por la historiografía tradicional. De ella no solo dependió la toma de Santa Marta sino también la de Cartagena, y con esta, la independencia definitiva de nuestro país que se dio en Cartagena un 24 de junio de 1821, liderada esta última por el almirante afrowayúu José Prudencio Padilla. 

Además, dicha batalla evidenció la condición timorata de la elite samaria y la valentía del pueblo cienaguero en la defensa de Santa Marta. Si las batallas de la independencia se jerarquizaran morbosamente de acuerdo al número de muertos o bajas, este sería el orden de importancia de la Batalla de Ciénaga: Ayacucho 687 muertos, Ciénega 661, Pantano de Vargas 620, Carabobo 601, Junín 395, Bomboná 368, Boyacá 113.

El olvido y la invisibilización de la Batalla de Ciénaga, en parte está motivada por la estigmatización de la cual ha sido blanco la población afro e indígena samaria de la época por parte de la Historia Tradicional, por haber defendido una causa diferente a la de la mayoría de los neogranadinos. 

Ojalá que estos espacios sirvan para reflexionar en torno a la importancia de la Batalla de Ciénaga como preámbulo y antecedente de la independencia definitiva de nuestro país, sino también para entender que requerimos de narrativas justas y equilibradas para crear nuevos discursos históricos, donde todos seamos protagonistas y estemos representados. 

*Profesor Universidad Simón Bolívar y Universidad del Atlántico.

 

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